
La lectura de las tres notas precedentes, a juicio del autor de las mismas, dejan traslucir una realidad que desde la noche de los tiempos se mantiene hasta nuestros días en los diversos aspectos en que se manifiestan las sociedades. El mayor tamaño territorial de la urbe porteña, la superior cantidad de población de los bonaerenses que surgió en la época de la colonia y se fue multiplicando con el paso de los años, generó una realidad que a los montevideanos nos cuesta reconocer. Hasta los días presentes Buenos Aires marca el rumbo de nuestra sociedad. En la materia futbolística que nos ocupa, el lector habrá advertido en las crónicas anteriores, que los bonaerenses han sido nuestros maestros, con el inglés Frank Chevallier Boutell como abanderado e impulsor de los avances en los aspectos organizativos del football association en Montevideo. En ese sentido los uruguayos nos constituimos en los alumnos muy avanzados, con una gran virtud. Merced a la aparición de dirigentes de alta talla intelectual –con Héctor R. Gómez como primer gran abanderado-, logramos superar a los maestros porteños, acumulando conquistas a nivel de América y del mundo, que a los argentinos les llevó muchas décadas obtenerlas.
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