Pocas veces los pronósticos resultaron tan exactos: los dos finalistas de Amsterdam, de dos años antes, enclavados en el lugar del mundo dónde se jugaba en ese momento el mejor fútbol del planeta, volverían a encontrarse en la final del Mundial del 30.
Tan parejos y tan paralelos los caminos de ambos vecinos, que a los seis goles de Argentina el sábado en la primera semifinal, lo continuaron otras seis conquistas de los celestes el domingo, esta vez ante Yugoslavia, en la otra semifinal. Con sendas goleadas, Uruguay y Argentina se aseguraron el lugar en la gran final del miércoles 30 de julio.
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